¿Has escuchado alguna vez “soy así porque es mi genética”?, ¿“somos lo que comemos”? Incluso, “como hago deporte, puedo comer todo lo que quiera”. Pues déjame decirte algo: no nos definen los factores aislados, sino que somos el resultado de una combinación de: nuestra genética y como se expresa, la manera como nos alimentamos, el ejercicio que realizamos, las emociones que sentimos y el descanso. Todos ellos nos influyen y determinan en conjunto nuestra salud.
Centrarnos en un único aspecto nos aleja de poder entender nuestro organismo como un conjunto de sistemas, y, en el caso de la nutrición, lo vemos día a día. Para empezar, debemos tener en mente y ser conscientes de que cada caso es único e individual. Por lo tanto, las recomendaciones nutricionales para X persona no serán las mismas que las de Y persona. Es un error pensar que comemos nutrientes aislados y no alimentos; es decir: comer naranjas y pensar solo en vitamina C, salmón en omega-3 o huevos en colesterol. Por este motivo, debemos tener en cuenta que un alimento no equivale a un único nutriente. En nutrición, 2+2 no es igual a 4: si queremos adelgazar no tenemos que comer «muy poco» o, por lo contrario, si subimos de peso no se debe solamente a que comemos más de lo que «se necesitaría»; las variaciones en el peso no dependen únicamente de la alimentación. Además, «sin [X] añadido» o «enriquecido con [X]» no son sinónimos de salud y no siempre ese alimento será más saludable ni mejor que su versión no fortificada. Muchas veces, las estrategias comerciales utilizan estas alegaciones para mejorar la percepción de un alimento que de base no lo catalogaríamos como tal.
Etiquetar un alimento como «bueno» o «malo», así como las conductas o elecciones, hace que nos olvidamos de que existe una gran escala de grises. Por ejemplo, tomar un café te puede ayudar a activarte. En cambio, dos cafés pueden producirte ansiedad y nerviosismo. En el primer caso, el café sería visto como “bueno”, pero en el segundo “malo”. ¿Qué ha cambiado? Que a partir de una cierta dosis no has tolerado tan bien la cafeína. Por este motivo, cualquier decisión puede ser más o menos adecuada en función de la situación y del contexto.
En este sentido, la planificación nutricional no es solo un papel, sino que es el resultado de haber tenido en cuenta muchos otros factores: la persona que realiza la compra, la habilidad por la cocina, la carga de trabajo diaria, la gestión del estrés, las digestiones, algún medicamento que se tome, la calidad del descanso… Por este motivo, como nutricionista, no solo contemplo QUÉ comes, sino CÓMO lo comes, POR QUÉ lo comes, CUÁNDO… Todo tiene un motivo; y este motivo es tan único como tú. Porque el quid de la cuestión no es el “QUÉ se come”, sino el “QUIÉN lo come”. Cuando se cambia la perspectiva, se puede empezar a hacer un abordaje desde dentro hacia fuera.
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Intentemos tener una visión global de la alimentación y centrarnos más en el contexto; las decisiones aisladas tienen poca repercusión en el cómputo total.
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